Déjese de aviones

enero 27, 2013 a las 9:59 pm | Publicado en Personajes entrañables, Polonia, sociología, Universidad, Viajes | 2 comentarios
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Si quiere conocer la realidad, viaje en tren o en autobús.

En Poznan están bastante enfadados. Se han gastado una millonada en remozar el estadio de fútbol, para que acogiera a 40.000 espectadores… total, para que se jugaran tres partidos de la Eurocopa. Y ahora hay que mantenerlo Además, en la zona de los fans en la ciudad -que es donde esperaban sacar algo de dinero- la UEFA, en una de sus muchas jugadas, había dado la concesión a una empresa suiza, que es la que se llevó el dinero. Pero también han aprovechado fondos para otros proyectos. Hay una hermosa estación nueva de ferrocarril, con tiendas y cafés (por cierto, el capuccino «mediano» es como una piscina de grande).

Eso sí, cuando bajas a los andenes, es como antes. El tren a Torun sale de la vía 2; allá abajo nada te dice cuál es la 2 y cuál la 3. Y cuál de los dos trenes que hay en cada vía (o sea, 4 en total), pasa por Torun… porque sólo pone el destino final… y no llevas el mapa de Polonia en la cabeza. Por un gesto de una señora entiendo que es ése… y me meto en un regional lleno hasta arriba. Sólo cuando llega la revisora y acepta mi billete sin comentarios tengo una cierta seguridad de que voy hacia Torun y no hacia Cracovia o Ucrania.

En Torun toda la estación es como las de antes. Aquí no hay cafetería. Me acompaña un estudiante, becario (es lo que tiene ser becario: que tienes que acompañar a los profes a la estación) y comentamos que hace unas semanas yo estaba en una estación mínima del Pirineo. Tres personas en el andén esperando al tren. Eso sí: cuando llegó se abrió la puerta de la diminuta cafetería y de allí salieron los restantes 15 pasajeros. Aquí no hay cafetería. El tren tiene más de una hora de retraso (ha habido una huelga esta mañana y todavía arrastramos las consecuencias). Así que vamos charlando, de pie, entre multitud de gente, con sus bocadillos (bastantes), su violonchelo (uno), sus mochilas y sus (pocas) conversaciones.

Me cuenta que quería ser pianista, pero se rompió un brazo y lo tuvo que dejar. Ahora está escribiendo su tesis final de Máster sobre los tártaros de Crimea. Me cuenta de sus viajes a Simferopol, de cómo va aprendiendo su lenguaje, de sus problemas. Y que su novia es descendiente de un señor polaco, de cuando Polonia estaba dividida y él, en la parte rusa. Por eso, emigró a Siberia. Y de allí a Alaska, cuando Alaska pertenecía a Rusia. Allí conoció a una indígena y se casó con ella…

Llega el tren. Para entonces ya se nos ha juntado otro estudiante, que ha escuchado nuestra conversación. En Varsovia me están esperando. Me llega un SMS y me preguntan si estoy lejos. Contesto que sólo veo campos recubiertos de nieve. Cenaremos en un restaurante italiano…

El que no se consuela…

enero 25, 2013 a las 7:49 am | Publicado en Libros, Polonia, Universidad | 2 comentarios
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En medio del frío, rodeados de nive, mi colega de la universidad polaca que me ha invitado, dice:

– Lo bueno de esto es el primer día de primavera. Ese primer paseo cuando ya se va el frío. Esa sensación no te la quita nadie.

Lo comenta como si dijera: En Barcelona ahora estais muy bien, 4 grados, pero esa sensación, ésa, no la vais a tener…

(Y a quien le gusten las referencias eruditas: toda la acción del «Fausto» de Goethe empieza precisamente en ese paseo: «Am Ostertag», en el día de Pascua, la primavera. Ahí es donde se le une el perro de aguas que resulta ser Mefistófeles…)

De ciervos polacos

enero 24, 2013 a las 8:12 pm | Publicado en costumbrismo, estudiantes, sinsorgadas, Universidad, Viajes | 2 comentarios
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Universidad de Poznan. Estoy dando clase y, de repente, por los amplios ventanales veo un cervatillo que va saltando por los campos nevados. Paro la clase y les digo a los alumnos que miren. Admiración, ¡ah!, ¡oh!, etcétera. Como a veces estas cosas en algunas culturas se asocian con algo, les pregunto si es símbolo de algo: de que algo bueno va a pasar, lo que sea… Se miran. Desconcierto. Hasta que uno dice:
– Sí, es símbolo de que es época de caza…

No hay como tener gente con sentido poético en clase.

(El Decano, al que se lo comento, me dice que es justo todo lo contrario: como se ha acabado la época de caza, se atreven a saltar por ahí.)

Luego, vamos a cenar, en coche. Me van explicando cosas por el camino. Un colega, profesor de Ciencias Políticas, señala un centro comercial o grandes almacenes o algo así… una cadena internacional… el dueño es un portugués. No lo he visto. Sí, con un animal como emblema. Un animal… y no lo sabe en alemán (que es el idioma en que nos entendemos)… un animal con un abrigo rojo y botones negros…

Donde menos se espera, salta la poesía.

(Se refiere, por cierto, al Maikäfer, o sea, matangorri, o sea, scarabajo de San Juan, dice el diccionario. Espléndida metáfora…).

Pataletas

enero 24, 2013 a las 7:32 am | Publicado en Alemania, Dios, Estupideces, Europa, paradojas, políticos | 5 comentarios
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Pues ahora resulta que España ha sido el único país que ha votado NO en la elección del nuevo presidente del Eurogrupo. No por la persona en sí, un holandés cuyo nombre todavía no sé escribir de corrido, sino en señal de protesta por la escasa representación española en altos cargos europeos (bueno, concretamente porque España tenía un director en el Banco Central Europeo y, cuando se le acabó el mandato, eligieron a alguien de otra nacionalidad – o algo así).

A eso téncicamente se le llama «pataleta»: la pataleta de Obelix de «ahora contengo la respiración».

Vamos a ver, señor Ministro: que en Europa el prestigio hy que ganárselo. Tal como está el país, ¿quiere que le den cargos de responsabilidad? Ya verá: cuando tenag un paro del 8%, un crecimiento digamos que del 1% y aclaren algunos asuntillos de quizá-corrupción, ya verá cómo le dan cargos…

En Alemania, el partido que gobernaba en Baja Sajonia han perdido la mayoría parlamentaria en las últimas elecciones. Por un escaño. Uno de más tiene ahora la coalición de socialdemócratas y ecologistas. En realidad, las han perdido por 344 votos en la ciudad de Hildesheim. Y las han perdido porque la CDU, que ahora estaba en el gobierno junto con los liberales, hace años también estaba en el gobierno, con mayoría absoluta. Y cambiaron la ley electoral en una forma que les parecía más conveniente para ellos. Con la ley electoral sin esa modificación ahoa tendrían mayoría.

Estos sí que tienen motivos para una pataleta.

Y es que, como dicen en Colonia, Dios castiga los pecados en el más allá, pero las tonterías – ésas las castiga antes.

¿Tusted?

enero 22, 2013 a las 9:56 pm | Publicado en Educación, Estupideces, Europa, Respeto, sinsorgadas, Universidad | 4 comentarios
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Cuando yo era pequeñito, a las personas un poco mayores y no muy conocidas las tratábamos de usted. Esto cambió. Una vez, viviendo en Alemania, vine a pasar unos días a San Sebastián. Paseando con mi hermana nos encontramos con unos amigos o conocidos de mis padres. Nos paramos un momento y estuvimos charlando («Ah, en Alemania. ¡Qué interesante!»). Cuando ya nos despedimos y se fueron, mi hermana me dice:
– Pero tú, ¡qué cosas más raras haces!
No era yo consciente de haber dicho ninguna inconveniencia y le pregunté a qué se refería.
– Les has tratado de usted.
– Pues claro.
– Aquí ya no se trata de usted a nadie.

Y así me enteré de que habíamos llegado al tuteo universal. Ahora, ha vuelto a cambiar y ya no se sabe muy bien. Los pobres estudiantes tienen un gran lío de cómo tratar a los profesores. En la comunicación verbal los indecisos utilizan frases en impersonal y se ahorran el mal rato. Una vez uno me propuso utilizar el «usted» como fórmula de compromiso.

En los correos electrónicos ya es un lío. ¿Cómo empezar? «Estimado» suena muy antiguo. «Querido», antes habitual, parece presuponer casi una intimidad. Y así, junto a gente que lo resuelve con elegancia, encuentras otros que empiezan el texto así, sin más, y también soluciones tan bizarras como un «Hola Banús».

Esta tarde, en Polonia, al salir de la universidad, un estudiante -que simplemente quería saber si la puerta de entrada estaba abierta- se ha dirigido a mí con un solemne «Señor Profesor» (intuyo que con mayúsculas).

En efecto, es hora de reforzar el intercambio universitario, a ver si los polacos se dejan ya de solemnidades y se dan cuenta de que un «Hola Banús» es, sencillamente insuperable.

No tiene importancia. ¿O sí?

enero 21, 2013 a las 9:29 pm | Publicado en Educación, Personajes entrañables, Respeto, sinsorgadas, Viajes | 2 comentarios

Realmente hace mucho frío en Polonia. Llegamos al aeropuerto y hy un pequeñísima escena que me llama la atención. Hay como siempre gente esperando a los viajeros; todos muy «empquetados» en abrigos, gorros, botas. Hay un chavalillo (tendrá 10 años o así), con una gorra espléndida. Se le ilumina la cara porque entre los viajeros ha visto a su padre. Y va medio corriendo hacia él. Antes, se ha quitado la gorra. Para saludarle. Una espléndida gorra. Un pequeñísimo detalle.

Hace unas dos semanas volvía a Barcelona del norte de Catalunya. Sábado, frío (ni la mitad que en Polonia, claro). Última hora de la tarde, último tren del día. No somos muchos los viajeros. Justo enfrente de mí se sienta una chica, algo más del doble de edad que el chavalillo de Polonia. No saluda. De hecho, no me mira una sola vez. Con los cambios de postura, me da unas diez patadas. Ni mira; ni se disculpa, claro. Saca una caja con unos diez «donettes» y me viene a la cabeza los viajes en tren cuando yo era pequeño. La escena se repetía cada vez que alguien sacaba algo de comer:
– ¿Gustas?
Decías que no, claro; insistían, al final a veces tomabas algo.
Ésta se va zampando los «donettes», en varias fases, sin mirar siquiera.
Me olvidaba: auriculares puestos, música muy bien seleccionada.

Nada tienen que ver entre sí las dos historias. ¿O quizá sí?

Cosas de los suizos

enero 20, 2013 a las 9:48 pm | Publicado en Aviones, costumbrismo, Europa, sinsorgadas, surrealismo | Deja un comentario
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He pillado para el avión el «Neue Zürcher Zeitung» (NZZ), el periódico suprarragional suizo más importante. Tras una buena sección de internacional llego a la enjundia: las páginas dedicadas a Suiza y sobre todo al cantón y la ciudad de Zurich.

Allí me entero, por ejemplo, de que cierra la librería «Romanica», especializada desde hace 66 años en la venta de libros de países románicos. El dueño se jubila, nadie asume la librería: por muchos motivos -explica el dueño- ya no es rentable. Por ejemplo, dice, las diferencias entre el euro y el franco hacen que las novelas españolas y portuguesas estén ahora entre los libros más caros del mercado, dice.

También me entero de la preocupación del concejal Kyriakos Papageorgiou por el precio de los álbumes con fotos de clase: antes -dice- se hacía «la foto de clase»; ahora aparece un fotógrafo que -como es digital- prepara todo un álbum, que se entrega a los niños; lo llevan a casa y los padres -si quieren- lo compran. Un 80 por ciento lo hacen, dice. Porque el niño insiste, porque los demás lo hacen… Y se dejan 60 francos suizos, dice. ¿Y qué pasa -se preocupa Papageorgiou- con ese 20 por ciento de fotografías que se devuelven? Ahí tenemos un problema medioambiental, dice.

Me detengo especialmente en las esquelas – y observo cómo me observa, atento, incrédulo, el del asiento de al lado. Se nos informa en una que el «finado» (se dice así, ¿no?) falleció después de sentirse brevemente indispuesto en su casa. En otra se nos cuenta que murió días después de una ruptura de la aorta y que tres días antes aun habìa como despertado y preguntado: «¿Todavía estoy aquí? ¿Cuándo es el entierro?» En otra se comunica que el entierro tuvo lugar en el círculo de la familia, levemente ampliado.

Hasta para esto son precisos…

Cosas de los luxemburgueses

enero 16, 2013 a las 10:43 pm | Publicado en Alemania, Europa, sinsorgadas, Viajes | 1 comentario
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Dicen de los de Trier (Tréveris) -y ellos mismos lo confirman- que son muy tranquilos, que van a su ritmo, sin inmutarse, callados y poco a poco («immer mit der Ruhe»)… Ellos mismos cuentan la historia de dos vagabundos de Trier que se sientan al sol. Como siempre. Se les une un tercero, que viene de fuera. Silencio. Al cabo de un buen rato, el primero dice:
– Jaaaaa… (pronúnciese: «yaaaaa….»).
Silencio. Al cabo de otro buen rato, replica el segundo:
– Jaaaaa….
Pasa un rato. Y dice el tercero:
– Ja, ja…
Al rato se marcha. Y le dice el primero al segundo:
– ¡Cuánto habla este hombre!

Luxemburgo -520.000 habitantes, con un 40% de extranjeros y 150.000 personas que cada día cruzan las fronteras para trabajar allí- está cerca de Trier. Y parece que también van a su ritmo. El tercer día, después de dos cenas tremendas, queremos algo ligero y vamos a la cafetería del hotel. El camarero nos dice que no pidamos pizza, que tardará una hora. «Si quieren algo rápido…» Y nos recomienda otra cosa.

Va pasando el tiempo. Alguno se pone nervioso. El camarero nos tranquiliza: «Llega en seguida»; luego: «Son los próximos». Al cabo de 55 minutos nos traen lo pedido (bastante parecido a una pizza, por cierto). «Inexplicable» – dice un colega. Se ve que no ha estado en Trier.

Los controles a la salida, en el aeropuerto, son increíbles. Cola… a su ritmo. Lo miran todo. El policía pide permiso para abrir mi cartera. Y con la misma cara seria, añade:
– Ya sabe que tendré que confiscar todos los billetes de 100 o más.
Cuando la abre, comenta:
– Tenía que haber dicho 50.
Y se ríe.

Humor luxemburgués. «Lo bueno de Europa es la diversidad» – había dicho el día antes un colega estadounidense, que vive en Canadá.

Cosas de los vieneses

enero 15, 2013 a las 9:39 pm | Publicado en Aviones, Europa, paradojas, Viajes | 2 comentarios
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Las revistas de los aviones no siempre contienen muchos contenido (en fin, ya se me entiende). Esta vez, la de «Swiss» cuenta cosillas, por ejemplo que en cada momento hay 3 millones de personas metidas en un avión. O que sólo un 5% de los ciudadanos del mundo ha volado alguna vez en su vida (en avión, se entiende). Pero también que el piloto y el co-piloto nunca comen la misma comida (el mismo menú, quiero decir): por si acaso, no sea que se intoxiquen los dos…

Pero todo esto no es lo que quería contar, sino lo que los vieneses dicen de su Cementario Central:

– Es la mitad de grande que Zurich – pero el doble de divertido.

Típicamente vienés: reirse de los suizos… y hasta de la muerte.

¡¡¡Rebajas!!!

enero 13, 2013 a las 11:02 pm | Publicado en autorreferencial, costumbrismo, paradojas, perogrulladas, sinsorgadas | 1 comentario
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Ya se sabe: después de Reyes, ¡¡¡rebajas!!! Y allá voy.

Y afloran los recuerdos de las compras cuando éramos pequeños. Se formaban dos bandos: en uno, nosotros, para quienes se iba a comprar; en el otro, mi madre, apoyada por una tía mía y, a veces, también mi abuela. El otro bando iba con entusiasmo; nosotros, «engañados» por la merienda prometida al final de las compras: tortitas en una conocida cafetería de la ciudad.

Primer acto: en la tienda, el dependiente sacaba la prenda solicitada y a nosotros nos gustaba.
Segundo acto: el otro bando decidía que querían ver más opciones; el dependiente, de inmediato, se aliaba con el otro bando e iba sacando prendas, que «nosotros» teníamos que probarnos y someter al jucio crítico del otro bando.
Tercer acto: el otro bando se convencía de que la primera prenda era la mejor y la compraba.
(No siempre era así, pero muchas veces…).

Yo fui yo por primera vez, me emancipé, liberé y mostré mi independencia no cuando fumé mi primer pitillo o hice otras de esas cosas que se suelen considerar iniciáticas, sino cuando fui a comprar yo solito la primera vez.

Pero los tenderoa se han vengado, planteando tareas prácticamente imposibles: su mayor maestría la demuestran en las camisas. ¿Cuantos cartoncillos, papeles de seda, plastiquillos no hay que quitar hasta conseguir sacar la camisa de su caparazón? ¿Y los alfileres escondidos en los lugares más recónditos, que impiden que salgan los cartoncillos, papelillos y plastiquillos?

Más de una vez he estado a punto de tirar una camisa recién comprada por no conseguir encontrar un alfiler. Y más de una vez he echado de menos a mi madre insistiendo en que me la probara en la tienda, de forma que el dependiente fuera quien tuviera que liberar a la camisa de sus ataduras…

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